Glimpse (Gelabert-Azzopardi Cia. de Dansa)



"Intento describir el movimiento con la imagen de un carro de combate romano. Los ejes del carro constituyen la estructura de la obra. Entonces tienes los caballos que son los deseos; los estribos significan la voluntad y el que controla los estribos es el espíritu. O sea, los caballos son los deseos, el anhelo. Ellos ponen en marcha la cosa. Pero el deseo no se deja controlar directamente, es imposible"

Sobre el escenario del teatro de la Universidad Laboral de Gijón, se pudo ver el jueves 24 y el viernes 25, el espectáculo Glimpse, de la catalana Gelabert-Azzopardi Cia. de Dansa. Un solo que se estrenó en julio de 2004 en le Teatre Lliure de Barcelona, en el que esta compañía es residente.

Cesc Gelabert nos ofreció un espectáculo que nace de la oscuridad para llenarse de luz, para ofrecerse ante nosotros como un descubrimiento, un ser que explora todas las posibilidades del movimiento de un cuerpo que, en ocasiones, se desestabiliza pero en el que aflora una energía que lo conecta con un universo vivencial absolutamente personal, un cuerpo con raíces en el suelo utilizado como vehículo para mantener una comunicación íntima con cada uno de los espectadores, mientras su movimiento continúo interactuaba con las imágenes proyectadas en un retablo multipantalla (obra del videoartista neoyorquino Charles Atlas), y con una música que podríamos definir como "deconstruida" (firmada por Carlos Miranda).

Imágenes que configuraron un universo hiperreal, un algo más allá que abría puertas a sugerentes metáforas en las que los que la tierra, el agua, le fuego y el aire impusieron su presencia junto a otras que remitían más al mundo de los sueños, el subconsciente, con lugar también para la ironía (momento en el que parodia al famoso Caballero de la mano en el pecho de El Greco).

Un cuerpo en soledad mostrando toda su intimidad, las reflexiones internas de un bailarín al que le afecta todo lo que le rodea, que es una persona que busca comunicarse, que cambia, que se siente en comunión con lo que le rodea, irradiando una luz propia, con una forma de bailar casi arquitectónica, en la que cada detalle es una parte insustituible de un todo complejo, que tiene como punto de partida el estado interior que luego traduce en movimiento que nos habla, desde la sencillez desnuda, de la complejidad del ser humano y de las relaciones que mantenemos con nuestro entorno.




Alfredo

1 comentario:

BELMAR dijo...

Gracias por tu saludo!!!
Que estes muy bien en este día...