Tangos

Bueno...acá tengo todo un dilema..porque no he hablado especialmente de
"Gardel" que si bien es algo así como "todo nuestro" reerente...creo que hay
poetas y músicos algo más modernos que él y que también merecen su gran
reconocimiento.....bueno...nosé...ustedes me diran...¿qué le sparece? o si lo
pongo a no a Carlos Gardel...?... A parte me faltaron poner un montón más y más
música....!! Me falta el "el polaco" GOYENECHE!, ADRIANA VARELA, VIRGILIO
EXPÓSITO, entre otros...!! y tantooos tangos con sus maravillosas
letrass!!...Bueno....jeje...disculpen...se me fué....jeje me superó el
"argentinismo"!! Acá sólo la historia de E. Cadícamo y J.C Cobián....´porque este tango es el que más me identifica a mí..y porque es uno de los que más me gusta...nosé...si está bien...eso...y también pensaba en otro que se llama "nostalgias" y poner la música...también..claro.... Bueno ustedes me dirán...sé que es mucho, por eso..si saco algo.... obvio!! me dicen...¡todo bien!

Los mareados
Tango
1942
Música: Juan Carlos CobiánLetra: EnriqueCadícamo

Rara..Como encendidate hallé bebiendolinda y fatal...Bebíasy en el fragor del
champán,loca, reías por no llorar...PenaMe dio encontrartepues al mirarteyo ví
brillartus ojoscon un eléctrico ardor,tus bellos ojos que tanto adoré...Esta
noche, amiga mía,el alcohol nos ha embriagado...¡Qué importa que se ríany nos
llamen los mareados!Cada cual tiene sus penasy nosotros las tenemos...Esta noche
beberemosporque ya no volveremosa vernos más...Hoy vas a entrar en mi pasado,en
el pasado de mi vida...Tres cosas lleva mi alma herida:amor... pesar...
dolor...Hoy vas a entrar en mi pasadoy hoy nuevas sendas tomaremos...¡Qué grande
ha sido nuestro amor!...Y, sin embargo, ¡ay!,mirá lo que quedó...





"Los mareados"


Historiar el tango "Los Mareados" es el placer de juntar en esa misma historia a un exquisito de la música popular, Juan Carlos Cobián y a uno de los poetas más grande del género, Enrique Domingo Cadícamo. Esta conjunción se podría decir que permite disfrutar desde hace muchos años de esta hermosa pieza, que constituye un verdadero desafío para orquestas y cantores.
Juan Carlos Cobián
Esta síntesis musical y poética es la resultante de la feliz combinación de personalidades entre un músico que introdujo la melodía en el tango -Cobián- y un poeta -Cadícamo- que supo adaptarse en forma permanente a los tiempos nutriéndose de la poesía superior que incluyó a los clásicos griegos y americanos.
Juan Carlos Cobián, fino y exquisito pianista, había nacido en la ciudad de Pigüé (provincia de Buenos Aires), desde donde su familia se trasladó a la ciudad de Bahía Blanca residiendo en la calle Moreno nº 310 junto a sus padres Manuel Cobián, español, y Silvina Coria. Ésta fue "La casita de mis viejos". Hoy se alzan en esa esquina dos modernas torres, pero un visible y coqueto letrero recuerda esta hermosa circunstancia.
Enrique Cadícamo, el último de los grandes poetas del tango, nació en Luján, (provincia de Buenos Aires). En la estancia "Los Marieles". Fue el décimo hijo de un matrimonio de inmigrantes, Angel Cadícamo y Hortensia Iuzzi. Su nombre se inscribe entre los escritores más prolíficos en materia poética como también, y esto lo erigió en figura siempre actual, de producción multifacética. Supo cantarle a los distintos aspectos de la vida como también utilizar el lunfardo y la poesía de alto vuelo.
Cadícamo, García Jiménez y Expósito
"Los mareados" presenta como primer antecedente a "Los dopados". Éste último fue compuesto por Juan Carlos Cobián como un aporte musical para una obra teatral que llevaba ese mismo nombre. La letra correspondió a Raúl Doblas y Alberto Weisbach, autores también de la obra teatral.
El estreno se produjo el 4 de mayo de 1922 en el Teatro Porteño. Fue grabado por Roberto Díaz acompañado en el piano por el propio Cobián y Agesilao Ferrazano en violín, el 13 de enero de 1924 en el disco Victor 77.222, que hoy constituye una rara pieza de colección. También lo grabó Fresedo en forma instrumental en Victor nº 73.552, el 20 de mayo de 1922. La letra que mencionamos fue sustancialmente distinta y para ejemplificar reproducimos solamente:
Pobre piba, entre dos copastus amores han logrado.Triste hazaña de un dopadoque hoy festeja el cabaret
"Los dopados" fue olvidado al poco tiempo hasta que dos décadas después y tal como lo relata Cadícamo en sus memorias, un día Troilo llega muy entusiasmado a su departamento trayendo la vieja grabación de Fresedo en la creencia de que era una pieza instrumental solamente y solicitándole que escribiese una letra. Ambos ignoraban que este tango ya tenía letra. Los reparos de Cadícamo se basaban en la ausencia de Cobián que en esos momentos se hallaba en los Estados Unidos, pero confiando en su gran amistad con el músico se decidió a escribir "Los mareados", lo que implicaba no sólo una nueva letra sino inclusive el cambio de nombre del tango y confiando, como ocurrió, que recibirían a Cobián con un verdadero éxito.
A diferencia de la versión original en que la primera parte musical funcionaba como introducción sin canto, la letra de Cadícamo ocupa las tres partes diferentes de la obra de Cobián en un acople tan perfecto que se reproduce la simbiosis de "Nostalgias" del año 1936. Troilo realiza unos arreglos perfectos y lanza un verdadero éxito estrenando "Los mareados" con la voz de Francisco Fiorentino en el cabaret Tibidabo en el año 1942 con los versos que nos son tan conocidos:
Rara...Como encendida,te hallé bebiendolinda y fatal.
Poco duró su difusión. En el año 1943 la censura impuesta por el gobierno militar obligó a suprimir el lenguaje lunfardo, como así también cualquier referencia a la embriaguez o expresiones que en forma arbitraria eran consideradas inmorales o negativas para el idioma. Esta disposición desvirtuaba las letras a punto tal que, en muchos casos, su interpretación representaba un serio problema para el director y para el propio cantor. Cadícamo se vio entonces obligado a escribir una nueva letra, con un nuevo nombre: "En mi pasado". Si bien reproduce la tercera parte, modifica totalmente las dos primeras que comienzan:
Separémonos sin llantoy esta escena no alarguemos...Es preciso que cortemos más,te quiero tanto y tanto...
Ésta versión reconoce una grabación realizada en aquel tiempo por al cantante Andrés Falgás.
Enrique Cadícamo no era hombre de soportar presiones. Cuando fue citado por un funcionario de la Dirección de Cultura que objetaba la letra de "Los mareados", el poeta se sentó frente a una máquina de escribir y redactó algunas estrofas que sometió a consideración del funcionario. « ¿Así le gusta?», preguntó. «Esto está mejor», contestó el censor, a lo que Cadícamo rompiendo en pedazos lo que acababa de escribir, le contestó: «Pues sepa que esto es una porquería».
"Los mareados" resurge en su forma auténtica en el año 1949. Ello ocurrió cuando los poetas y músicos que trataban de sobrellevar esta situación insostenible, solicitaron una entrevista al Presidente de la Nación, entonces el General Juan Domingo Perón. La audiencia fue concedida el 25 de marzo de 1949. Encabezada por Homero Manzi, la delegación estaba integrada entre otros, por Francisco Canaro, Aníbal Troilo, José Razzano, Charlo, Enrique Cadícamo, Alberto Vaccarezza y Lito Bayardo.
Todo fue muy rápido e informal. Perón los saludó y dirigiéndose a Vaccarezza le preguntó: «¿Cómo esta Don Alberto? Es cierto que lo afanaron en un bondi?». La prohibición quedó levantada con esta simple expresión del Presidente. No hacía falta nada más. Ni leyes ni decretos. A partir de entonces "Los mareados" retornó a la auténtica versión de Cadícamo que nos permite deleitarnos en la interpretación de las más afamadas orquestas y cantores.
Curiosa historia la de este tango. Sobre el común denominador de la música de Juan Carlos Cobián se escribieron tres letras que le impusieron tres nombres: "Los dopados", "Los mareados" y "En mi pasado", pero más curioso resulta la posible influencia de un tercer personaje: el poeta francés Paul Geraldy, cuyo verdadero nombre era Paul Le Fèvre.
Este poeta alcanzó gran popularidad al editar un libro "Toi et Moi" (Tú y yo) que se publicó en el año 1913. El libro tenía una musa inspiradora, la cantante lírica Germanine Lubin que inspiró a Geraldy, quien con sus fogosos 28 años seducía a su amada con versos. Uno de ellos, titulado "Finale", dice lo siguiente: "Ainsi, dèjá, tu vas entrer dans mon passe" (Así, tú vas a entrar en mi pasado). La versión traducida al castellano por E. Diez de Medina, decidió ignorar esa línea. La traducción del uruguayo Edmundo Bianchi la destruyó, dejándola de la siguiente manera: "Así, tu en mi pasado vas a entrar". Pero una tercera traducción fue la acertada: "Hoy vas a entrar en mi pasado".
El investigador Ricardo Ostuni advierte la influencia del poema de Geraldy, que considera un antecedente que influyó directamente en Cadícamo o que al menos lo inspiró en su verso. Ostuni completa las líneas del verso para demostrar su teoría:
Vas a entrar desde ahorapor siempre en mi pasado.Y hoy de nuevo su vidacada cual ha tomado,y qué grandes creímosnuestros dos corazones,Y mirá en lo que ahoranuestra pasión quedó.
Nos queda la duda expresada por el talentoso escritor salteño, Carlos Hugo Burgstaller: ¿fue un secreto homenaje de Cadícamo a Geraldy? ¿Fue casual que ambos poetas imaginaran la misma línea poética? Creo que el asunto se puede aclarar diciendo simplemente, que esta coincidencia es obra de la propia retroalmientación que opera entre los poetas quienes se inspiran unos en otros.
Duda además insustancial, que cede frente a la existencia de un tango que se inscribe entre las más hermosos obras del género y que cada día se escucha con más deleite. Es el mismo deleite que nos provoca, a través de estas líneas, rendir un homenaje a dos exponentes de la calidad de Juan Carlos Cobián y Enrique Domingo Cadícamo y de manera especial a la simbiosis que ellos lograron.






Poeta, escritor y autor teatral(15 de julio de 1900 - 3 de diciembre de 1999)Nombre completo: Enrique Domingo CadícamoSeudónimos: Rosendo Luna y Yino Luzzi
Más de Cadícamo:


Nació en Luján, Provincia de Buenos Aires. Su primer libro de versos, “Canciones grises”, data de 1926. Aunque puesto bajo la advocación del Alighieri e impregnado de cierta melancolía verlainiana, no se exime de la nota tanguera: «El Pigall ha quedado desierto y bostezando, / enmudeció la orquesta sus salmos compadrones, / las rameras cansadas se retiran pensando / en sus lechos helados como sus corazones». Otros dos poemarios, de acento muy distinto pero de idéntica preocupación literaria, seguirían a éste: “La luna del bajo fondo” (1940) y “Viento que lleva y trae” (1945). Cadícamo ha publicado, además, una novela, “Café de camareras” (1969) y un libro de recuerdos, “El desconocido Juan Carlos Cobián” (1972).
«Muchacho eterno —escribió León Benarós—, Cadícamo parece ir a contramano de los años. Conserva incólume su cabellera, de un rubio pálido, que se le hace cuadrada en la nuca con cierta abundancia a la moda juvenil... Usa corbatas claras —alguna vez le vimos una de cierto color amarillo sutil— y sus sacos deportivos le agregan juventud. Quiere olvidarse del tiempo, porque sabe que el tiempo —“oscuro enemigo que nos roe la sangre”, según el verso de Baudelaire—, se alimenta de nuestras ilusiones, de nuestra vida...» (Enrique Cadícamo, en Tanguera, nº 29, sin fecha).
El primer tango de Cadícamo fue “Pompas de jabón”, con música de Roberto Goyheneche. Dice, al respecto, el especialista Jorge Favetto: «Grabado por Gardel en España, el 27 de diciembre de 1925, con el solo acompañamiento de José Ricardo y en sistema eléctrico, dado que en ese país se conoció ese sistema meses antes de instalarse en Buenos Aires. Primer tango que Gardel le grabó al poeta Enrique Cadícamo y principio de sus notables creaciones. Además le cupo a Enrique Cadícamo ser el autor del último tango que Gardel grabó en la Argentina, antes de emprender su última gira, el tango “Madame Ivonne”, grabado el 6 de noviembre de 1933. Luego, el día 7, a bordo del Conte Biancamano, se dirige a Francia y de allí a Nueva York, ciudad a la que llega el 22 de diciembre de 1933».
A éste siguieron otros innumerables tangos —por lo menos 20 de ellos grabados por Gardel—, de méritos desiguales, pero sin concesión alguna a lo torpe y chabacano. En la tanguístíca de Cadícamo se encontrarán obras tan logradas como “Che papusa, oí” y “Anclao en París” y otras decididamente endebles como “Tu promesa” y “Al subir, al bajar” Sin embargo, toda la producción se distingue por un notable decoro literario, a continuación algunos ejemplos.
“Compadrón”, tiene letra escrita para una música previa del pianista Luis Visca y fue difundido por Sofía Bozán, que por entonces realizaba una temporada en Rosario. “Che papusa, oí” data de 1927. Recuerda Víctor Soliño: «El primer disco de Alberto Vila no tenía que fallar. Sin embargo, las posibilidades de un impacto disminuyeron cuando Alberto expresó su deseo de que, como homenaje a los culpables de la aventura, su primer disco tenía que ser ateniense (se refiere a la Troupe Ateniense de Montevideo). Y eligió “Niño bien”.
«No estábamos convencidos de que “Niño bien” tuviera los valores o el empuje necesarios como para significar un aporte estimable al éxito que se pretendía. Pensamos que era preciso reforzarlo. Matos Rodríguez —otro troupero de los primeros años— estaba radicado definitivamente en Buenos Aires. Era ateniense y era, además, el autor de “La cumparsita”. ¡Casi nada¡ A él le solicitamos ayuda. “Che papusa, oí”, con letra de Cadícamo fue el salvavidas que cayó providencial en medio del oleaje en que se debatían nuestras inquietudes y nuestros temores.» (“Mis tangos y los atenienses”, Montevideo, 1967, pp. 30 y 31).
La letra de “Anclao en París” fue escrita por Cadícamo en Barcelona, en 1931. Se la remitió a Garlos Gardel, que por entonces se hallaba en Niza (en cuyo Casino había debutado el 15 de enero de aquel año). Guillermo Barbieri, uno de los guitarristas del cantor, le puso música y Gardel la grabó poco después.
“Tres esquinas” alude al cruce de las calles Montes de Oca y Osvaldo Cruz, en el barrio de Barracas, y al café llamado "Tres esquinas", luego "Cabo Fels", situado en ese paraje. La letra fue escrita por Cadícamo en 1940, para una música previa de Ángel D’Agostino (la del tango inédito titulado “Pobre piba”). Lo estrenó, aquel año, Ángel Vargas, quien cantaba con la orquesta de D’Agostino.
Otros tangos interesantes: “Muñeca brava”, con reminiscencias de algunos tangos de Celedonio Flores, escrita para una música de Luis Visca que había obtenido el 6º premio para tangos sin letra del 5º concurso de Max Glücksmann en 1928; “Cruz de palo”, grabada por Gardel el 1º de marzo de 1929; “De todo te olvidas”, que glosa unas famosas cuartetas de Evaristo Carriego —las tituladas “Tu secreto”, que integran los “Ofertorios galantes” de las “Misas herejes”— y obtuvo el 1º premio para tangos con letra en el 6º concurso de Max Glücksmann, realizado también en el Palace Theatre en 1929; “Niebla del Riachuelo”, cantada por Tita Merello en la película “La fuga”, de Luis Saslavsky, presentada en el cine Monumental el 28 de julio de 1937; “Pa’ que bailen los muchachos” y el monumental “Los mareados”, sobre música del tango “Los dopados”, de Juan Carlos Cobián y “Garúa”, estos últimos tres, grabados por Aníbal Troilo con la voz de Francisco Fiorentino.



Pianista, director y compositor(31 de mayo de 1896 – 10 de diciembre de 1953)



Juan Carlos Cobián fue un auténtico evolucionista del tango, tanto en su calidad de ejecutante como de compositor. Como pianista, fue el primero en llenar con adornos en los bajos de los silencios de la melodía –procedimiento que sería luego sistematizado por Francisco De Caro-, además de su delicadeza en la interpretación.
Como compositor es, junto con Enrique Delfino, el creador del denominado "tango-romanza"; en 1917 este último produjo "Sans Souci", y Cobián, "Salomé", con los que abrieron el camino para el tango de avanzada. A tal punto fue un evolucionista Cobián que las editoriales le rechazaban sus tangos iniciales por considerarlos "mal compuestos". La realidad es que estaban muy por encima de la música popular de la época.
Nació lejos de la ciudad que lo consagró, en Pigüe (provincia de Buenos Aires), el 31 de mayo de 1896 –hijo de Manuel Cobián, español, y Silvana Coria, argentina- y ya de pequeño se sintió irresistiblemente atraído por el piano de su casa, que tocaba su hermana Dolores, cuando ya la familia estaba radicada en Bahía Blanca. Admirada por lo que los dedos del pequeño conseguían arrancarle al teclado, Dolores influyó con los padres para que lo hicieran estudiar música. Así ingresó Juan Carlos en el Coservatorio Williams de esa ciudad, donde tuvo como profesor a Numa Rossotti, quien a su vez, fue alumno de Vincent d'Indy, en París, donde llegó a estrenar la "Berceuse heroïque", de Debussy.
En 1913, ya recibido, Cobián arribaba a la ciudad de Buenos Aires, y se ganaba sus primeros pesitos como pianista en un oscuro trajín por una cervecería alemana y varios cines, en los que ponía la cuota de música al silencio de las películas.
De allí pasó a tocar con uno de los más cotizados bandoneonistas del momento, Genaro Espósito, en un trío que completaba el violinista Ernesto Zambonini, autor de "La clavada" y hombre de facón al cinto. Juan Carlos estaba en la vereda opuesta de este músico: era el típico "cajetilla" al que le bastaban sus certeras trompadas, generalmente por cuestiones de polleras, ya que siempre fue un mujeriego empedernido.
En 1916, integró un trío con Eduardo Arolas en bandoneón y Tito Roccatagliatta en violín, en el escenario del cabaret "Montmartre", que compartían con Pepita Avellaneda, la primera mujer que cantó tangos en público.
Ese mismo año era el de su servicio militar, que postergó por decisión propia y que debió cumplir forzosamente tres años más tarde, generalmente bajo arresto; no por nada compuso entonces su luego famoso "A pan y agua". Pero para entonces ya eran conocidos sus tangos iniciales: "Salomé", "El motivo", "Mano a mano" (que luego, a raíz del éxito del homónimo escrito por Gardel, Razzano y Flores, retituló "Viejo bandoneón"), "El orejano", "El botija", "La catanga", "Sea breve", "El trino", "El gaucho" y quizá algún otro.
Posteriormente, pasó a la orquesta de Arolas y luego formó trío con Ricardo González "Muchila" (bandoneón) y Julio Doutry (violín).
Después de algo más de un año bajo bandera en el Regimiento 2 de Infantería, obtuvo la ansiada baja y continuó con su vida normal, es decir, la que ocurría al amparo de las sombras nocturnas, entre buenos tangos, buen whisky y buenas minas.
En 1922, integró el sexteto de Osvaldo Fresedo, con el que estrenó su bellísimo "Mi refugio", en el "Abdullah Club". Meses más tarde, al retirarse Fresedo de ese escenario, el gerente de la casa le propuso formar su propio sexteto. Y así lo hizo, con Pedro Maffia y Luis Petrucelli (bandoneones), Julio De Caro y Agesilao Ferrazzano (violines), Humberto Constanzo (contrabajo) y, por supuesto, él en el piano. No le duró demasiado tiempo: en 1923 dejó todo y corrió detrás de una dama hacia los Estados Unidos.
Poco antes, Julio De Caro se había alejado del conjunto por un malentendido con el director, y se llevó a Maffia y Petrucelli, es decir, la mitad de la formación. De Caro sumó a sus hermanos Francisco (piano) y Emilio (violín) y a Leopoldo Thompson (contrabajo) para constituir el famoso sexteto que revolucionaría definitivamente la ejecución del tango.
En el país del norte, se vio obligado a tocar jazz –alternando con alguno que otro tanguito– con su "Argenine Band"; secundó al "crooner" Rudy Vallée y puso música a los sofisticado cortes –o lo que fueran– de Rodolfo Valentino.
Fue en esas latitudes donde compuso los tangos "¿Me querés?", "Ladrón", "Vení... vení" –los tres con letra del mexicano Luis Spúlveda–, el célebre "Nostalgias" y el son "Yes or no?" ("¿Sí o no?"), con versos de Al Stillman.
Otros de sus tangos son "Biscuit" (letra de F. Warley), "Los dopados" (Raúl Doblas y Alberto Weisbach luego retitulado "Los mareados", con letra de Enrique Cadícamo), "La casita de mis viejos", "Gitana", "El cantor de Buenos Aires", "Shusheta", "Dolor milonguero", "Piropos", "Pico de oro", "Niebla del Riachuelo", "Hambre", "Rubí" (los diez con letra de Cadícamo), "Es preciso que te vayas" (Celedonio Flores), "Volvé a mi lado", "No me cortes las alas", "Has cambiado por completo" (los tres con Enrique Dizeo), "La noche de los dos", "Monedita de plomo" (ambos con letra propia) y muchos otros.
Además, Cadícamo versificó los ya mencionados "Salomé", "Viejo bandoneón", "Nostalgias" y "A pan y agua"; Pedro Numa Córdoba, "Mi refugio" y Pascual Contursi, "El motivo" (que también llevó unos versos no divulgados de Cadícamo).
Harto del whisky falsificado de los gángsters y de tener que alternar el jazz con el tango, regresó de los Estados Unidos en 1928.
Formó una orquesta que tuvo como vocalista a Francisco Fiorentino; dirigió luego, una agrupación de jazz; tocó en el Trío Nº 1, con Ciriaco Ortiz (bandoneón) y Cayetano Puglisi (violín); volvió a organizar su típica; regresó a los Estados Unidos –donde permaneció hasta 1943– y continuó, aquí al frente de su orquesta, con la que actuó en Radio El Mundo.
Luego, "se alejó de la actividad musical voluntariamente, recluyéndose en su modesto departamentito de la calle Montevideo", según recordaba ese maestro de historiadores que fue Luis Adolfo Sierra.
El 10 de diciembre de 1953, dejaba este mundo. Tenía 57 años, pero había conocido la vida como si acabara de cumplir un siglo. "¿Había algo que hacer en la tierra después de haberlo conocido todo?", dijo al respecto Enrique Cadícamo, su colaborador de siempre.


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