No es país para viejos (No country for old men, Ethan y Joel Coen, 2007)


Los hermanos Coen siempre han estado entre mis cineastas favoritos, y con esta película me refrendo aún más en esa preferencia. No es país para viejos es una historia que tiene mucho de western crepuscular, de un mundo que está cambiando y en el que las viejas figuras ya están fuera de lugar, superados por los tiempos y, en este caso, por una violencia que estaba empezando a mostrar su cara más dura. Está basada en la obra homónima del escritor Cormac McCarthy, a quien se le apoda como el "Shakespeare del Oeste".

Una violencia casi tan dura como el paisaje que la acoge. Esos desiertos desolados de la zona sur de los Estados Unidos, fronteriza con México, en la que el narcotráfico estaba, en los primeros años 80, empezando a apoderarse de todo con sus secuelas de asesinatos sin cuento. Paisaje duro en el que no es fácil vivir, en el que los hombres se ven obligados a luchar contra la hostilidad natural, y en el que supervivencia y sacrificio van unidos de la mano, lo que también genera un peculiar sentido del humor, como se puede ver en la película.

Un humor desolado y desolador, casi sin esperanza en un mundo habitado por personajes austeros, atrapados en una soledad de arena y sol abrasador, y en el que los personajes se están situando continuamente a los dos lados de la frontera entre el bien y el mal, muchas veces sin conciencia clara de en que lado se está. Josh Brolin, quien interpreta a Llewelyn, lo dijo muy bien: "Es un viaje emocional muy básico que también trata de los principios humanos del bien y del mal, de la tentación y del honor".

Tres son los personajes fundamentales de la película. Por un lado está Llewelyn que es quien pone en marcha el desarrollo de la historia, cuando en medio del desierto se encuentra con un grupo de personas muertas a tiros después de un intercambio de droga fallido. El instinto de cazador de Llewelyn le lleva a localizar dos millones de dólares, y ahí empieza una persecución implacable.

El perseguidor es Antón Chigurh, al que da vida el escarizado Javier Bardem, un personaje enigmático que no parece estar con nadie, y que sólo puede pensar en completar la recuperación del dinero al precio que sea. Un personaje que mata con absoluta y total frialdad, sin que se le altere un solo músculo de su cara, y que no duda en hacerlo a cualquier precio. Es la encarnación humana del concepto de violencia, es la violencia en sí misma, sin ningún rasgo de humanidad, puro instinto de matar. En el fondo se trata de cazar o de ser cazado, en un juego a cara y cruz donde hay que elegir de qué lado se quiere estar.

Tommy Lee Jones, fantástico en su papel de sheriff Bell, es el personaje íntegro, la memoria viva de un tiempo pasado en el que las cosas se hacían de otra manera, y que se ve desbordado por la violencia que se desencadena a su alrededor, lo que le hace sentir que no está preparado para enfrentarse a eso, y mira por la ventana y el mundo que ve ya no es de antaño cuando las cosas se hacían de una manera más honorable.

La película deja en el aire una nota pesimista en relación a la posibilidad de controlar la violencia que sacude a la sociedad. Podemos no querer verla, pero sigue ahí latente, esperando la próxima oportunidad para volver a la luz y dejar su reguero de sangre.


Alfredo

3 comentarios:

Anónimo dijo...

buen comentario...

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Que excelente película, es un éxito para los Cohen.
Saludos

Jesús dijo...

Nuestro Oscar, lastima que sea una pelicula tan topica, todo es como muy visto.