Vanessa Beecroft (Génova, 1969)

“Mis desnudos son lo que el público quiera ver en ellos y lo que no. Son lo que no pueden ignorar y aquello de lo que se sorprenden al descubrirse a ellos mismos ignorando. El desnudo es parte de todos y cada uno de nosotros, sobre todo cuando nos quitamos la ropa, e, incluso, no es la persona en sí misma”







VB 61

Si la obra de Louise Bourgeois está muy determinada por las condiciones familiares en las que se movió su infancia, la de la italiana residente en Nueva York, Vanessa Beecroft tiene en sus problemas de anorexia uno de los puntos de referencia fundamentales, que le lleva a reflexionar de forma constante acerca del cuerpo de la mujer, sobre su apariencia física y la percepción que de ello tiene la sociedad en general, y las propias mujeres en particular. Durante su etapa anoréxica describió de forma obsesiva en un diario, todo lo que comió entre 1983 y 1993, añadiendo notas acerca de los sentimientos de culpabilidad que experimentaba, de las visitas psiquiátricas, sobre sus padres.


En 1993 decide convertir todo eso en el leit motiv de su creación artística, poniendo ante los ojos del público las consecuencias de ese trastorno alimenticio. Para ello diseñó una performance con 30 mujeres, algunas de ellas encontradas de forma casual en la calle, a las que vistió con ropas suyas logrando un efecto de homogeneización física, y a las que hizo caminar alrededor de un espacio, sin hacer ningún tipo de ruido y a cierta distancia unas de la otras. Fue la obra titulada VB01.


A partir de ahí la utilización de grupos de mujeres es recurrente, normalmente desnudas o semidesnudas, que responden a patrones concretos, en cuya selección no existe la casualidad sino que tienen un fuerte vinculación con la artista. “Mis modelos son mujeres. Ellas representan a tipos muy concretos de mujeres o a ciertos rangos de edad. Las obras se basan en las relaciones entre las modelos y el público, en las relaciones que se establecen entre los individuos que conforman el público, en las que nacen de la interacción de las propias modelos con ellas mismas, y, además, en las relaciones que se establecen entre cada individuo que se acerca a las obras y lo que tiene lugar en su cabeza. Todo es intencionado.”

Modelos que con ropa o sin ella, mantienen la clave uniformizadota, en la que la individualidad no tiene cabida, y a las que coloca en el interior de espacios en los que tienen prohibido comunicarse entre ellas o con los espectadores que se las encuentran casi como si fueran un jardín de estatuas, generando unas atmósferas inquietantes, provocadoras y que suscitan multitud de interrogantes que la artista no resuelve porque no busca abanderar ningún tipo de causa, no hay mensajes ocultos que haya que descubrir, sino que se deja absoluta libertad para que el espectador vuelque sus experiencias, sentimientos, formas de pensar, sobre la obra y extraiga las conclusiones que estime más oportunas y totalmente personales.


“Mi trabajo está tan próximo a la pintura como a la escultura clásica. Mis obras son pinturas que se desarrollan lentamente en el tiempo. Sus referencias, cuando están presentes, son casi siempre de la pintura. Pero el hecho de que no me sirva de ella es irrelevante.” Esa afirmación de Beecroft nos pone delante de otras dos cuestiones fundamentales para entender su trabajo. La primera es la que tiene que ver con la continuidad que sus mujeres desnudas establecen con la historia del arte. Así, en su obra se pueden rastrear modelos que tienen que ver con las representaciones de Eva, Venus o Magdalena salidos de los pinceles de Filipo Lippi, Botticelli, Velázquez, Manet, por citar algunos de ellos, además de otros más vinculados al arte contemporáneo.

Y el tiempo. Ese factor tiene también una importancia decisiva en sus performances, ya que obliga a sus modelos a pasar mucho tiempo inmóviles, hasta provocarles un cansancio que rompe de forma natural el plan inicial de la performance, y con ello también juega la artista, quien ve como sus mujeres no tienen otro remedio que sentarse o adoptar posturas que rompan la incomodidad que van acumulando, modificando con ello los postulados de partida. Así, esas mujeres que se nos presentaban al principio como unos seres lejanos, fríos, inasibles, se transmutan en personajes mundanos, cansados, aburridos, derrotados.

“Nadie actúa, no ocurre nada; nadie comienza nada ni nada termina”

Alfredo

4 comentarios:

Jesús dijo...

Que cosas mas raras hacen en Nueva York

Alfredo dijo...

No solo en la Gran Manzana. Estas cosas trascienden fronteras, porque los puntos de reflexión son universales.

Plagiadora dijo...

no se, pero a mi me encanto!
el arte no tiene limites y es geniall ;D
adore a vanessa..!
saludoss^^

arati dijo...

Excelente post! Acabo de descubrir a Vanessa Beecroft, andaba buscando información y es de lo mejor que he encontrado.

En cuanto publique mi propio post te enlazo!