Un refugio en la urbe



La visita comienza en el jardín. Mientras esperamos a nuestro guía para que nos relate habitación por habitación los últimos 25 años de la vida de su ilustre morador del Siglo de Oro, es fácil imaginarle paseando junto al pozo, entre las gallinas o refugiándose del sol a la sombra del ciprés, del granado, del naranjo o del laurel.
Sentada en el pequeño banco se me hacía difícil creer que tan solo a unos metros el tráfico alcanza sus peores momentos del día, los diputados se pelean en el Congreso y ciertas madrugadas al mes se forman inmensas filas de fieles esperando poder entrar al besamanos del Cristo de Medinaceli.
La Casa Museo de Lope de Vega es como un refugio aislado pero inmerso en la trepidante urbe madrileña.
Localizada en el número 11 de la actual calle de Cervantes, tenía en las cercanías como vecinos al mismo Cervantes y a Quevedo.
A la muerte de Lope, su hija Feliciana de Vega hereda la casa, y años después se la legaría a su hijo Luis Antonio de Usátegui.
Después de ser vendida y heredada en sucesivas ocasiones, llegamos al año 1929 siendo propietaria de la casa doña Antonia García, Vda. de Cabrejo, de familia de anticuarios y heredera de un impresionante fondo de antigüedades. Mujer conocedora y coleccionista de textiles antiguos, especialmente de trabajos de encaje y bordados españoles, falleció sin herederos habiendo hecho testamento ológrafo en 10 de septiembre de 1920, disponiendo de sus bienes para la constitución y mantenimiento de una “Fundación docente García Cabrejo”, cuyo fin primordial era establecer un museo y una escuela para la formación de encajeras, con veinte plazas para niñas huérfanas.
Tras la muerte de doña Antonia, en mayo de 1929, los testamentarios instituyen la Fundación benéfico docente, destinando la casa para local de aprendizaje y exposición de las labores, tanto de las donadas como de las realizadas por las aprendices, y para un Museo de Lope de Vega.
Fue inaugurado como Museo el lunes 30 de diciembre de 1935, en sesión solemne de la Real Academia Española, en la propia casa de Lope de Vega, a las once y media de la mañana, acudiendo al acto todos los académicos, siendo especialmente invitados Pedro Muguruza, Francisco Sánchez Cantón y Julio Cavestany, y los testamentarios de la “Fundación García Cabrejo”, así como representantes de otras Academias, instituciones políticas, entidades culturales y personalidades de las letras y artes. El Obispo de Madrid-Alcalá celebró una misa en el Oratorio de la casa.
De los objetos que poseyera inicialmente Lope de Vega pocos se han mantenido en la casa. Gracias al inventario que hiciera se pudo volver a vestir la casa con todo tipo de muebles y ornamentos de la época.
Durante la visita, podemos imaginar a Lope escribiendo sus obras en su estudio. Se le puede adivinar postrado en su cama y oyendo misa a través de la ventana que desde su habitación da al oratorio donde él mismo celebrara misas.
Es fácil descubrir a las sirvientas cocinando entre trébedes, morillos y tinajas o a sus hijas Feliciana y Antonia Clara, cosiendo sentada alguna de ellas en una curiosa silla de costura con cajones bajo el asiento para albergar hilos, agujas y dedales.
La visita a esta Casa Museo es como un viaje al Siglo de Oro, a una vida austera, gris, humilde, que regaló al mundo de las artes genios que sobrevivirán el paso de los siglos.

Una madrileña










Mesa de trabajo









Ventana en el dormitorio que da al oratorio







Oratorio










Habitación de las hijasFeliciana y Antonia Clara








Portada de la obra de Lope de Vega, Ed. Renacimiento año 1930












Portada de un Romancero de Lope de Vega, Madrid 7 Febrero 1920





Autógrafo y rúbrica de Lope de Vega (1593)